11 millones de 16 millones de ecuatorianos usan internet, según la Arcotel en su reciente reporte estadístico. Este es un dato significativo y pone en evidencia lo que el académico Florentino Blázquez plantea con respecto a la internet y los dispositivos móviles: su campo de penetración ha sido casi inmediato, con una media de entre cuatro y cinco años, cuando otras tecnologías de la información tomaron entre 20 y 25 en consolidarse en América Latina.
Ahora, si bien la accesibilidad es alta, todavía tenemos brechas digitales no solamente entendidas desde lo tecnológico sino desde lo cognitivo. Como decía Bruno Latour, filósofo de la ciencia y la tecnología: hay que diferenciar lo artefactual (disponer de artefactos y conocer su operación) del aprendizaje significativo que pueda desarrollar en torno a esas tecnologías digitales.
¿Los jóvenes están mejor capacitados para este salto? No necesariamente. Los jóvenes que crecieron con la cultura de la pantalla, como dice Pere Marquès, experto en educación y tecnologías, no hacen un uso significativo de la tecnología. En 2011 yo realicé una serie de investigaciones para indagar la relación entre las nuevas generaciones de ecuatorianos y las tecnologías y me di cuenta de que todavía no hay ese salto entre acceder a datos e información mediante TIC hacia generar conocimiento a partir de las TIC. En este sentido, datos, conocimiento y aprendizajes no pueden ser entendidos como sinónimos.
Por ello, la escuela tiene el gran reto de alfabetizar digitalmente a los niños y jóvenes, pero no desde una perspectiva instrumental. Como sostiene el pedagogo italiano Francesco Tonucci: la escuela, en el siglo XXI, tiene que resignificarse, pues ya no puede ser proveedora de contenidos, porque para eso ya está la internet. El papel de la escuela, en la sociedad del conocimiento, es abrir un espacio de interacción y aprendizajes colaborativos.
¿La escuela debe formar a las nuevas generaciones como curadores de información? Esta figura tiene una eclosión significativa hace unos cuatro o cinco años y refuerza la idea de dar el paso de la información al conocimiento. Y este movimiento propone pasar de una alfabetización digital de primera generación a una de segunda generación, es decir, avanzar de la enseñanza de las herramientas hacia enseñar a los niños y jóvenes a ser curadores de información, al saber discernir cognitivamente un universo de datos. Ese es un salto cualitativo.
De allí cabe pensar, como otros autores ya lo formulan, en el paso de las TIC (las tecnologías de la información y la comunicación) a las TAC (tecnologías del aprendizaje y el conocimiento), y finalmente hacia las TEP: las tecnologías del empoderamiento y la participación, porque no basta con generar conocimientos: el reto es generar algo productivo y significativo a partir de ese conocimiento. En conclusión, la idea no es aprender a posicionar un hashtag: el desafío es identificar cómo ese aprendizaje puede transformar una realidad.