Cuando el Presidente anunció las medidas para enfrentar la tragedia la ciudadanía esperaba al menos tres gestos: la declaratoria de duelo nacional, un plan de unidad nacional para la reconstrucción de Manabí y el sur de Esmeraldas y un agradecimiento a la sociedad civil y la comunidad internacional. Pero no: solo hubo auto-promoción y medidas impositivas. Al día siguiente se corrige y se indica que la subida del IVA no aplicaría para Manabí y Esmeraldas… Esto da una sensación de desconfianza por falta de planificación.
Y una cosa importante: subir los impuestos no es una medida de emergencia económica. El Presidente pudo haberse concentrado en 20 temas más, porque los impuestos que sube no le rendirán ni hoy ni mañana ni la próxima semana ni en este mes. Como pronto, las primeras recaudaciones llegarán en un trimestre. Por eso la gran pregunta que nos hacemos es: ¿qué mismo se irá a financiar con este incremento impositivo?
Ahora, si estas medidas fuesen a servir a los damnificados, se debe crea un fideicomiso y una cuenta especial separada del Presupuesto General del Estado para que lo recaudado no ingrese a gasto corriente. Y se debe acabar con los eufemismos: esto no es una contribución sino un impuesto. Las donaciones, ex definitione, son voluntarias: no se dan por decreto.
El Gobierno espera recaudar alrededor de USD 1 000 millones con las medidas adoptadas para la recuperación de las zonas afectadas tras el terremoto. Pero será menos pues se obvia el concepto de la marginalidad Se toma lo que se recauda del IVA como si el primer punto porcentual de dicho impuesto se recaudase igual que el decimocuarto. Y esto no es verdad, pues es evidente que cuando subes el IVA se consume menos y por ende menos se recauda. Además, se toma para el cálculo los datos del IVA de años anteriores sin considerar que este 2016 se va a recaudar menos porque la economía está en recesión.
El manejo del tema no es serio pues ante medidas trascendentales los cálculos se están haciendo a “ojo de buen cubero”, expresión literal de Correa de la cual obtenía el dato de USD 3 000 millones para la reparación.
La única medida que el Presidente ha anunciado ha sido subir impuestos. Y esto se explica en parte por su lógica “aplastante”: cuando la economía de Ecuador iba bien, subió los impuestos; cuando el precio del petróleo era alto, subió los impuestos; cuando el precio cayó, subió los impuestos; cuando la economía entró en recesión, también subió los impuestos. Es decir, la única respuesta de política económica de este Gobierno es subir los impuestos.
Intentar salir de una crisis subiendo impuestos es un contrasentido. Absorber recursos de la sociedad productiva solamente ralentizará las capacidades de reconstrucción, en tanto el Gobierno quiere concentrar toda la tarea. El problema, por ende, es de visión. Porque el presidente Correa no cree en la sociedad civil, cuando la sociedad ecuatoriana durante esta crisis es un modelo de coordinación y solidaridad ante la humanidad. Si lo pusiéramos en números: ¿alguien podrá llegar a calcular el valor de todo lo donado y de las horas de trabajo que la sociedad ha entregado durante la primera semana tras el terremoto? Como nos pongamos a calcular, nos llevaremos una grata sorpresa sobre la magnitud de la generosidad y capacidad de gestión de esta sociedad.
La atención de catástrofes suele generar contextos proclives para acciones hipercentralistas. Sin embargo, las sociedades y economías contemporáneas están conformadas por miles de iniciativas que coordinan entre sí. ¿Cuáles son las trabas frente a este dinamismo? Los impuestos y las trabas burocráticas. Por ende, si queremos reconstruir Manabí y el resto de zonas afectadas, hay que bajar los impuestos y los trámites para generar empresas, de tal suerte que sean los manabitas quienes reconstruyan su provincia. La mayor parte de lo que se ha destruido no es propiedad del Estado. Sin los manabitas no hay Manabí ni reconstrucción posible.
En este contexto, parece que el resto de Ecuador estará de acuerdo en no recaudar el Impuesto a la Renta de Manabí y de Esmeraldas durante dos años. Lo ideal es que ese dinero se quede allí y sirva para la reconstrucción. Asimismo se debe pensar en que la carga impositiva sea la más baja para quienes inicien un negocio en las zonas afectadas. Por ejemplo, se pudiera determinar que quien reconstruya una tienda o un hotel no pagará impuesto sobre las utilidades durante los siguientes cuatro años hasta recuperarse. ¿El resto del país puede prescindir de los valores que se recaudaban en estas regiones? Sí, de lo contrario no se recaudaría casi nada pues prácticamente ningún negocio se generaría
¿Qué le compete al Gobierno? Lo primero garantizar la seguridad, que es la función legitimadora del Estado. Además hubiese sido maravilloso contar con un fondo de contingencia, con la observación de que esos ahorros no significan recursos congelados, pues se los puede invertir en activos que generen riqueza para el país. Por tanto, la idea de que no se puede ahorrar, porque más bien hay que invertir esos dineros, es populista. Sí que se puede y debe ahorrar incluso en época de crisis. Además, para un fondo de contingencia no se requiere el 1% del PIB. Podemos empezarlos con el 0,3%. Y creo que a todos los ecuatorianos se nos ocurre de qué ámbitos del gasto público pudiéramos prescindir para redireccionarlos al ahorro. Con el 0,3% del PIB ahorrado durante nueve años ya tuviéramos más de lo que el presidente Correa dice que costará la reconstrucción.